Fue una poeta y educadora dominicana, siendo una de las figuras centrales de la poesía lírica del siglo XIX e innovadora de la educación femenina en su país, influenciada por la escuela positivista y la educación normalista de Eugenio María de Hostos, de quién fue alumna aventajada. Sus obras se centraron en el amor a la Patria y en su entorno familiar.
Nació en la ciudad de Santo Domingo, capital de la República Dominicana, el viernes 21 de octubre de 1850, a las 6 de la mañana, en el barrio de Santa Bárbara, antiguo solar de buenas familias, en la casa de su abuela materna, hoy calle Isabel la Católica número 84, junto a la casa de Juan Pablo Duarte.
Salomé tuvo una niñez muy precoz. Su madre la enseñó a leer: a los cuatro años leía de corrido. Su infancia discurrió en las aulas de dos pequeñas escuelas de primeras letras, únicas permitidas entonces a las mujeres.
Sus lecturas y sus estudios de la adolescencia fueron hechos bajo la dirección de su padre, de quien recibió lecciones de Literatura, Aritmética y Botánica, por la que ella sentía gran pasión. Con su padre aprendió, además, a declamar los versos de sus poetas predilectos.
Debido a ello, la joven Salomé alcanzó una educación y formación intelectual y literaria que ayudaría a codearse con el mundo literario de su país a los quince años. Posteriormente sus primeras obras a la edad de diecisiete años, con una huella característica de espontaneidad y ternura. En 1867 publicó sus primeras obras bajo el seudónimo de «Herminia», nombre que usó hasta 1874.
A los 20 años se casó con Francisco Henríquez y Carvajal. Les nacieron cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Su tercer hijo, Max, llegaría a ser una de las lumbreras humanísticas más destacadas de la América Hispana en el siglo XX.
En su condición de escritora, Salomé Ureña desplegó una intensa actividad poética que, enmarcada en los modelos formales y estilísticos de la centuria anterior (sencillez y claridad expresivas, moldes estróficos clásicos y equilibrio propio de la literatura neoclásica), se adentró al mismo tiempo en los tonos románticos de su tiempo y se ocupó, desde sus contenidos temáticos, de los anhelos e inquietudes del hombre antillano de la segunda mitad del siglo XIX. Entre sus principales preocupaciones temáticas figura, en primer lugar, la reflexión ética acerca de la patria, a la que la autora profesa un desmesurado amor que queda plasmado en su consagración al trabajo y a la sabiduría como elementos indispensables para el progreso de su pueblo.
Alrededor de 1881, Salomé fue animada por su marido para abrir el primer centro de educación superior para mujeres jóvenes en la República Dominicana, lo cual hizo el 3 de noviembre de ese año bajo el nombre de «Instituto de Señoritas». En los cinco años subsiguientes, seis mujeres se graduaron de maestras en el Instituto, algo poco común en ese momento. Por problemas de salud Salomé Ureña cerró el Instituto en el año 1893. Fue abierto nuevamente en junio de 1896 y se estableció en Puerto Plata por un tiempo, regresó a Santo Domingo y nuevamente a Puerto Plata, el 2 de enero de 1897. Años después de su muerte, el instituto fue bautizado con su nombre.
Colaboró con periódicos y revistas, donde publicó sus poemas, unos de corte patriótico defendiendo la identidad nacional, amenazada entonces por Haití y España y los gobiernos dictatoriales de la isla, y otros más líricos, personales y hasta familiares.
La vida de Salomé Ureña de Henríquez se resume en dos hechos esenciales: soñó con el bien de su patria y dedicó sus versos a encaminarla hacia la paz y el progreso; después creyó que esto no bastaba, y se dedicó a la educación de la mujer. Hay dos momentos culminantes en su vida: el día en que se le entrega una medalla costeada por suscripción pública, como homenaje a la cantora del ideal de una patria mejor; el día en que se gradúan sus primeras discípulas, prenda de algo que ayudaría a hacer mejor el destino de la patria.
El angustioso proceso de su muerte se inició en enero de 1897. El día dos regresó de Puerto Plata a Santo Domingo. El día ocho se sintió decaer, y a los quince días se agravaba: asistían a los doctores Ramón Báez, Salvador B. Gautier y J.F. Alfonseca. El esposo ausente llegó de Haití el siete de febrero. Se redoblaron los esfuerzos de la ciencia y del cariño hasta lograr apartarla por unos días de la tumba.
Murió rodeada del cariño de todos, el día 6 de marzo de 1897. Su entierro fue una manifestación cívica. Le dieron sepultura en la iglesia de las Mercedes. Salomé es considerada como la escritora excelsa de la República Dominicana, no es por menos que el 21 de octubre fuese declarado como “Día del Poeta” en honor a sus grandes obras.